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448 FIDEL AIZPURÚA DONAZAR Conclusiones Al terminar este capítulo inicial en la lectura social del Apo– calipsis podemos condensar en varios asertos la experiencia de una lectura desde la perspectiva de la especularidad narrativa: • Puede parecer que este tipo de lectura que hemos hecho fuer– za en exceso los textos por el efecto de una carga ideológica previa. Tal sensación puede tener parte de verdad, pero puede también deberse a la inercia interpretativa que olvida la pa– ternidad del texto y la certeza de que toda lectura se termina convirtiendo en un prisma de tantas caras como lectores haya. Esto no lleva a un subjetivismo destructor sino, si hace con cuidado, a un indudable enriquecimiento. • Siempre se lee Apocalipsis desde la perspectiva del vidente que, basándose en el viejo paradigma moral buenos/malos (él hace parte de los buenos, claro está), excluye y estigmatiza a todos los ámbitos de la maldad como no integrantes de la ciudad nueva. Este camino es peligroso. Por ello es preciso desvelar posibilidades de lectura integradora más allá de paradigmas morales. De lo contrario, se construye una espiritualidad de componente sectario. • Muchas lecturas de Apocalipsis quedan cuestionadas cuando se las enfoca desde la perspectiva de la violencia. El Evangelio no puede aceptar un planteamiento de violencia consagrada. Apocalipsis es por ello un texto peligroso, tanto por su expre– sión formal como por la interpretación literaria que se le da. De ahí que sea preciso intentar vías de lectura que cuestionen la violencia de su texto. Lo que hemos hecho ha sido un inten– to en tal dirección. • Hay quien dice que orar es «escuchar lo que no se oye». Ese principio podría aplicarse a una lectura social de Apocalipsis: habría que esforzarse en escuchar «bajo los textos» esa voz que no se escucha y que nosotros identificamos como la del teólogo. ¿Es una violencia innecesaria contra el texto? A cada
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