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444 FTDEL AIZPURÚA DüNAZAR al imperio romano, son un obstáculo para la creación de la nueva sociedad y que la victoria del Mesías se va a encargar de derrocar. Los pobres, los excluidos serán los beneficiarios de un tal cambio de situaciones sociales. Esto no se dará sin una serie de condiciones. La primera de ella es creer que son realidades cambiables, «de– rrocables». «No es ninguna ingenuidad anti-académica pretender que las cosas pueden ser de otra manera. Y no resulta en absoluto utópico pensar en un sistema social en que el mercado y su lógica deje de ser un fin en sí mismo para convertirse en un medio» (l. Zu– BERO, Movimientos sociales, p. 95). El sistema se encarga de propalar la idea de que son imbatibles, compactos y que su fortaleza está más allá de cualquier ataque. Sin embargo su fragilidad ha quedado palmariamente demostrada en esta formidable crisis en la que el mismo mercado y sus egoístas leyes nos han metido. Hay, a veces, profetas que lo dejan bien claro: en 2007 saltó a la prensa el caso del joven catalán Enrie Durán que durante dos años consiguió, ofre– ciendo papeles falsos o avales inexistentes, prestamos hipotecarios de treinta y nueve entidades financieras por un valor de casi medio millón de euros que obtuvo sin gran esfuerzo. El importe lo dedicó a periódicos gratis y acciones antisistema para demostrar la «alegría» con que los bancos inducían al consumo de dinero. Aunque ahora han cambiado las cosas, la certeza de la debilidad del sistema queda perfectamente demostrada La segunda certeza es creer que esa lucha desigual ha de llevar a término las organizaciones civiles y las mismas personas indivi– duales. Confiar en los mecanismos de control que el mismo sistema pone, como ha ocurrido en la crisis, es llegar a ver que tales contro– les casi nunca funcionan. Para ello hay que romper la idea metida en el alma popular de que, dada la pequeñez social de la que uno hace parte, lo suyo no puede tener influencia ninguna. Es preciso decir que son los signos el lenguaje adecuado para este tipo de dialéctica. Como dice Galeano: «Son cosas chiquitas. No acaban con lapo– breza, no nos sacan del subdesarrollo, no socializan los medios de producción y de cambio, no expropian las cuevas de Alí Babá. Pero quizá desencadenan la alegría de hacer, y la traducen en actos. Y al
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