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CANTANDO EN TIEMPOS OSCUROS 437 correr de los siglos, se ha visto que, en realidad, era una auténtica "perturbación del Evangelio" (perturbatio Evangelii). Pues oscure– cía la Buena Noticia y Alegre Noticia de Jesús, Salvador de todo hombre desde el momento en que éste entra en el mundo» (El peca– do y la gracia, p. 40). ¿Puede el sueño de la ciudad nueva, del mundo nuevo, techo del mensaje de Apocalipsis ser leído desde la realidad de la gracia y no desde la culpa de la historia? Quizá la lectura especular lo posibilite hasta hacer ver que el mensaje definitivo es que resulta necesario entender la existencia histórica y su limitación no como una «maldi– ción», sino como la mayor de las posibilidades, la de llegar a ser hijo (Jn 1,12). La dura experiencia de la historia únicamente puede ser bien asimilada en la proporción en que se percibe su tremenda posibilidad. De lo contrario, se renegará de esta historia, se la nega– tivizará y se pondrá el anhelo en un cielo intangible, generalmente extrahistórico, que no solamente no ilumina el camino humano sino que lo hunde en una tiniebla mayor. Para dar este giro copernicano, como dice Casaldáliga, habrá que cambiar la idea de Dios, ya que la idea del Dios violento está ligada fuertemente a la concepción de una historia maldita. «Para cambiar de vida / hay que cambiar de Dios. / Hay que cambiar de Dios/ para cambiar la Iglesia./ Para cambiar el Mundo,/ hay que cambiar de Dios». Y luego, mirar con benignidad fraterna, francis– cana, a la realidad histórica a la que se considera, más allá de sus limitaciones, simplemente hermana. Quizá sea este el fruto mayor de una lectura especular del Apocalipsis. 2. Ale,jarse del mecanismo de Juicio Esta es condición primera si de verdad se anhela una tierra nue– va, una relación humana y humanizadora. La persona lleva un juez dentro. Bien lo dicen Jesús (Mt 7, 1-5) y san Pablo (Rm 2,lss). Es un juez implacable con los demás (a veces, incluso, con uno mismo). Juzga muchas veces por apariencias, por indicios, por meras habla– durías. Se equivoca, pero no rectifica; se da cuenta de sus enormes
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