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436 FmEL ArzruRúA DoNAZAR dado como resultado la certeza compacta de que la nuestra es una historia maldita, proveniente del fracaso y destinada al mismo de no ser que medie una circunstancia excepcional. Se ha creído que la persona era por naturaleza una persona caída. Sobre la teoría del hombre caído y el pecado original, perteneciente a la cultura paga– na precristiana, el cristianismo ha construido el edificio de la espiri– tualidad con terribles influencias en el pensamiento científico y po– lítico. Taxativamente lo formuló Trento: «Todo hombre, al entrar en la existencia, antes de cualquier ejercicio de su actividad consciente y libre se encuentra ya en situación teologal de enemistad, de des– gracia ante Dios, de muerte espiritual, bajo la ira de Dios, esclavo de Satanás» (DS 511-512). Esta certeza se ha traslado al todo de la historia hasta quedar esta considerada como una historia maldita. Esto ha llevado a la espiritualidad cristiana a una situación sin salida. Muy bien lo expresa P. Ricoeur: «Si nos hemos reunido aquí para hablar del mito de la pena es a causa de la teología de la pena. Más concretamente de la muerte de esta teología penal: en la predi– cación cristiana y en toda nuestra cultura. El hombre moderno no comprende en absoluto de qué se habla cuando se define el pecado original como crimen jurídicamente imputable masivamente toda la humanidad; pertenecer a un "masa de perdición" culpable y punible según la ley jurídica del castigo ... Esta teología de la pena parece inseparable del cristianismo, al menos a primera vista ... La muerte del Justo es interpretada como el sacrificio sustitutorio que satisfa– ce la ley de la pena» (Interprétation du mythe de la peine, p. 22). El gran estudioso del pecado original, Alejandro de Villalmonte dice atinadamente: «Está plenamente justificada la afirmación que he– mos recogido de R. Panikkar y de los mitólogos e historiadores de las religiones, en general: el dogma "cristianísimo" del PO, tiene sus primeras perceptibles, innegables raíces en la mitología y filosofía del paganismo greco-romano. No las tiene en la Biblia ni en la Tradición cristiana más antigua. El Obispo de Hipona y sus seguidores, con comprensible celo misionero, pensaron que el mito pagano de la caída original era una excelente "preparación para el Evangelio del Salvador" (praeparatio evangelica). Sin embargo, al menos con el

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