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CANTANDO EN TIEMPOS OSCUROS 429 dición» (Kai pan katahema ouk estai eti, Ap 22,3). El término kata– hema remite aljerem, el «anatema» de Jos 6,21-24. Lo «consagrado al anatema», tras la destrucción de una ciudad, era algo intocable, como si estuviera contaminado por energía nuclear. Quien lo toca– ba, incurría en un terrible pecado ya que era como pretender apro– piarse de lo que correspondía al mismo Dios. La profecía bíblica tardía retoma esta idea y sueña una futura Jerusalén que «estará habitada, no habrá más maldición; habitarán en Jerusalén tranqui– los» (Za 14,11). Allí también, esta bonanza de Jerusalén excluía a todos los enemigos de Israel. Pero en la nueva Jerusalén, al fin, las criaturas se verán libres de la maldición original de Gen 3,16-19: «Parirás con dolor. .. con fatiga comerás los frutos de la tierra». Es decir, la nueva Jerusalén deja sin efecto el mito religioso de la culpa original para apuntar en la dirección de una espiritualidad asentada sobre la gracia, sobre el valor hondo de la persona, sobre la bondad esencial, realidades que pueden incluir la debilidad y el pecado. El sueño de la nueva Jerusalén, del mundo nuevo se hace lejos del do– minio de la culpa. 2. ¿Un Dios que se aleja deljuicio? ( Ap 20,11) En la sexta de las últimas siete visiones de Apocalipsis se re– presenta en forma dramática y vigorosa el paradigma religioso del llamado juicio final. Ko puede entender el vidente, atrapado en el esquema religioso más rígido, que la nueva Jerusalén, la nueva hu– manidad pueda existir sin haber hecho antes una obra de depura– ción general. Preso del esquema renumerativo propio de muchas re– ligiones, pinta la evidencia de un juicio en que se sepa quién merece la gloria y quién la condena. Quizá no se le podía pedir más a un autor de aquella época. Pero siempre en ese afán de querer leer lo que el texto no dice pero posibilita permítasenos hacer una obser– vación. Es cierto que el duro juicio se realiza en presencia del sentado en el trono. Pero, en realidad, y más allá de la evidencia literaria de los pasivos divinos, da la impresión de que son otros persona– jes quienes realmente hacen las diversas acciones del juicio: «Se
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