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78 FIDEL AIZPURÚA DONAZAR La exclusión ha acompañado el devenir humano y muchas ideologías, de toda índole, la han apoyado porque, además de ser útil para sus intereses, han visto ahí una salida para la construcción de su identidad. Hay quien dice que contra ello no hay nada que ha– cer. Es lo que Weber llamaba «la razón instrumental» que se propo– ne anular los matices de la economía y de la cultura en nombre de la totalidad occidental y que es, indudablemente, una razón totalizan– te. Quien no acepte este planteamiento queda excluido. ¿Podemos criticar a la razón instrumental? «Sí -afirmaba Adorno-, razonan– do». Es decir apelando a lo mejor del pensamiento universal, evi– tando que el sentido común de occidente nos colonice, negándonos a que sea la especialización la única forma de administrar el saber moderno, superando la tentación de la uniformidad más extrema y asegurándonos de que la agenda mundial de las transnacionales no pueda disimularse tras de sus leyes y la organización social que ha establecido. Creemos el escenario que no sólo denuncie el orden totalitario oculto tras la globalización sino también obliguémosle a luchar, reprimir y debatirse en un universo humanizado por la acción social y cultural, con la que los pueblos nos recuerdan que la persona es el porvenir de la persona. Esta es la pretensión de nuestra lectura de Judas. Los proce– sos religiosos conllevan, con frecuencia, una carga de exclusión que, creemos, hoy debe ser cuestionada. De ahí que nuestra lectura de Judas será «contra el texto». Este es un modo de lectura adulta de la Palabra. Lógicamente, quienes somos creyentes leemos a favor de la Palabra en general. Por eso la aceptamos como Palabra de Dios en la fe de la comunidad cristiana. Pero la adultez nos lleva, a veces, a discrepar de modos, ideas, planteamientos que, por ser de otra época y de contextos diversos, chocan con los nuestros de hoy, más evolucionados, más enriquecidos con la experiencia creyente de generaciones. Esto nos pasa con Judas. Su espiritualidad ya «anti– cuada» en relación con otros escritos del NT, con los Evangelios por ejemplo, hoy nos resulta inaceptable. Su modo duro y excluyente de tratar a quienes no piensan en los parámetros de la doctrina esta– blecida (si es que este término se puede aplicar a las comunidades

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