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88 FIDEL AIZPURÚA DüNAZAR ardua tarea de intentar comprender. De este sueño nuestro nacen las ideologías, esos densos velos que hacen que miremos sin llegar a ver». La ideología objetivizada, aceptada a priori, termina siendo una coraza de hierro para quien la acepta y para quien la impone que, con frecuencia, es la misma persona. Desobjetivizarla, relativi– zarla, contrastarla, actualizarla, ponerla al servicio de la vida son las grandes tareas a hacer con ella. 3) Hacia una epistemología no mítica de la realidad El autor de Judas no duda de que su conocimiento de la rea– lidad es verdadero y lo hace desde presupuestos míticos, religiosos, aceptados sin ninguna clase de discernimiento. Su visión del mundo y de la fe es la de alguien que no duda. En su no dudar está justa– mente su fuerza. La epistemología mítica está basada en la analogía entis, adecuación entre los seres y lo que se dice de ellos. En eso se basan los «mitos». Pero ha sonado el fin de esta analogía porque sabemos que la realidad está ahí y que nuestra verdad toca alguna de sus parcelas, no todas. La verdad religiosa confluye también con alguna de las parcelas de la realidad y de la verdad, no todas. «El hundimiento de las sociedades preindustriales, la generalización de la industria, el asentamiento de las sociedades del conocimiento y la globalización nos ha forzado a abandonar la epistemología mí– tica... por eso cuando se reconoce su condición de constructo, la epistemología mítica y la religión, tal como se han vivido milenaria– mente, se hunden» (M. CoRBí, Lectura de la Biblia desde las condi– ciones epistemológicas de las sociedades desarrolladas, p. 7). Es pre– ciso, pues, cuestionar aquella manera de entender lo real que dice que lo que describen los «mitos» y lo real coinciden sin más. Esto ya no lo acepta la persona secular de hoy. ¿Es posible una fe en un mar– co no mítico? Sí lo es, siempre que desenmascare las pretensiones de poder que hay en todo planteamiento mítico, porque forzar a una visión única de la realidad, la propia, es esclavizar al conocimiento. En ese sentido, la duda es la garantía del conocimiento y la total certidumbre su destrucción.

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