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316 FrnEL ArzPURÚA en hymin ex ergón nomou e ex akoes pisteós, 3,5). El problema no es si hay obras mejores o peores, más grandes o más irrelevantes; lo importante es desvelar la fuente de actuar cristiano, si viene por una perspectiva de fe o por la adhesión a un código legal. Es que, como luego se verá, las consecuencias serán decisivas. Para tratar de iluminar esa «fuente oscura» de los comporta– mientos humanos Pablo va a usar una plataforma común admitida por él mismo, por la comunidad e, incluso, por los judaizantes que cuestionan su ser apóstol y, consiguientemente, su doctrina: la Es– critura, es decir, el AT. La imagen más querida a la experiencia espi– ritual de Pablo es la figura de Abrahán, un pagano que ha devenido mediador único y decisivo de la promesa. El argumento de Pablo es simple y crítico: en la misma Escritura hay dos líneas que chocan, como ocurre en la vida: la línea de la Ley (Deuteronomio y Levíti– co) y la línea de la Profecía (Habacuc). Quienes se echan en brazos del código encuentran apoyo en la misma Escritura; pero también tienen derecho a la Palabra quienes elaboran la espiritualidad de la libertad cristiana. Pablo dice que a la Ley lo que le interesa es el precepto (Lv 18,5) y que, por eso mismo, la Ley maldice a quien no lo cumple (Dt 27,26). En ese sentido, Jesús es un maldito de la Ley porque «colgó de un palo» (Epikatarastos pas ho kremamenos epi xylou, 3, 13). Pero también dice la Palabra que «vivirá quien se rehabilita por la fe» (Ha 2,4) (Ho dikaios ek tes pisteós zesetai, 3,11). Es decir, la fuente del actuar creyente es una adhesión, una fe. Esto .tiene dos consecuencias: a) para los paganos: pueden entrar en la cadena de la bendición porque la adhesión no está constreñida a una etnia, sino que hace referencia a movimientos personales del corazón: «la bendición de Abrahán alcanzó a los paganos y por la fe recibimos el espíritu prometido» (He eulogia tou Abraam genetai en Khristó Iesou, hina ten eppangelian tou pneumatos labómen día tes pisteós, 3,14). b) para el mismo Jesús: él nos ha rescatado de la mal– dición de la Ley, por lo que a través de él recibe la persona la «ben– dición» de Abrahán, que es la «promesa» de Dios: «son los hombres de fe quienes reciben la bendición de Abrahán el creyente» (Hoste hoi ek pisteós eulogountai syn tó pistó Abraam, 3,9). La conclusión

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