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314 FIDEL AIZPURÚA los que eran expresión; y reclamó, tras tantas décadas de esfuerzos, retomar de nuevo, desde cero (o mejor, desde muchos grados bajo cero), la pelea por las libertades y los derechos cuando los gobier– nos autoritarios de comienzos del siglo XX literalmente arrancaron todos los logros que el lento y quebrado avance de la libertad había supuesto durante casi siglo y medio ... La libertad sigue exigiendo hoy, como lo ha exigido al menos desde hace dos siglos, una cons– tante vigilancia para que el poder público no sobrepase ese círculo que asegura nuestra autonomía personal, pues de su mayor o menor amplitud ha dependido siempre el grado de nuestra libertad», (R.L. BLANCO VALDÉS, La construcción de la libertad, pp. 29-30). Si hacemos caso a Hechos, Gálatas fue escrita en Éfeso (Hch 19,10) en el tercer viaje misionero de Pablo (Hch 18,23). Pablo trata de defenderse de quienes aseguran que no es apóstol cualificado porque no perteneció al grupo de los Doce, aunque él afirme que lo es por intervención divina. En la carta trata de exponer el contenido central del Evangelio que no es otro que la rehabilitación de la per– sona ante Dios se alcanza por la entrega personal a Cristo mediante la fe, no por la obediencia a ningún código. Argumenta desde la plataforma común con esos judaizantes que le hostigan haciendo ver que la fe no viene por la Ley sino por la promesa. Al final des– enmascara un tipo de religiosidad que se apoya en unos preceptos que, de hecho, nadie cumple. La indignación que rebosa en el escrito desvela la importancia decisiva que Pablo otorga al tema de la liber– tad cristiana. Ernst Kassemann en su libro La llamada de la libertad ha es– crito: «La historia de la libertad cristiana es un vía crucis al que las iglesias deberían volver la mirada con más vergüenza que orgullo. La Iglesia, en efecto, ha sometido muchas veces la libertad del espí– ritu en nombre del orden; ha renunciado a la libertad abdicando de su misión profética. Incluso en nombre del orden y la santidad se ha matado la libertad de las personas más santas» (p. 120ss.). El caso extremo se dio en el propio Jesucristo, como cuenta Dostoiewski en Los hermanos Karamazov. El inquisidor general arzobispo de Sevilla se enfrenta al reo Jesucristo y le reprocha: «Tú te equivocaste

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