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LA CONSTRUCCIÓN DE LA LIBERTAD 313 no se puede renunciar al sistema de valores, de predisposiciones y de contenidos que alienta dentro de la persona. Esta misma orien– tación se encuentra bajo movimientos sociales como el monacato antiguo, la fraternidad franciscana, los trabajos aún pervivientes de la construcción del constitucionalismo político o los modernos mo– vimientos sociales alternativos. Pablo cree que ese elemento ades– pótico encuentra horizonte en la libertad cristiana y se ahoga en la fidelidad a la norma legal. Esta semilla de la libertad en el surco hondo del alma, en la es– piritualidad, ha de tener un camino histórico, sociológico, concreto que la haga viable. Si no, se corre el riesgo de vivir una especie de «liberación interior» que no conduce a casi nada, seamos sinceros. «Podemos ver que la libertad en la que somos agraciados se en– cuentra exactamente más allá de la religión en la que culmina la humanidad, no como una posibilidad ulterior, sino como la impo– sibilidad que sólo es posible en Dios, pero por eso precisamente sin el peso y el condicionamiento de la ambigüedad de aquella última posibilidad humana», (K. BARTH, Carta a los romanos, p. 213). Para evitar esto hay que mirar a los trabajos por construir la libertad en el ámbito de lo sociológico. Volvemos nuestros ojos hacia el citado libro de Blanco Valdés (La construcción de la libertad) donde el autor quiere hacernos ver que la construcción de la libertad ha comenzado en modos eficaces en la sociedades modernas con la creación de las diversas Constitu– ciones nacionales que, en una medida u otra, con todos sus riegos, son garantía de las libertades individuales en el marco de lo común. Esto es lo que necesita como complemente imprescindible la espiri– tualidad de Gálatas: un rostro en los códigos domésticos (ahí «nau– fraga» muchas veces el NT) y sociales (esto casi ni lo intuye). Por eso necesitamos el concurso de la sociología. «El proceso histórico de la construcción de la libertad, el que llevó a asentarla como base vivencia! de la convivencia humana, exigió derrocar primero las monarquías absolutas para convertirlas en monarquías constitucio– nales; hizo necesario luego librar un largo combate para parlamen– tarizar esas monarquías y democratizar los regímenes políticos de

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