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328 FIDEL AIZPURÚA habríamos de desechar por radicalmente errónea la ácida críti– ca del ateo M. Onfray: «El judaísmo, el cristianismo y el Islam pudren igualmente la vida de millones de individuos del plane– ta; fomentan guerras, conflictos, odios dirigidos contra sí, los otros y el mundo; predican el amor al prójimo y apuñalan como nadie», (La filosofía feroz, p.49). Estamos en las antípodas del sueño de Gálatas, pero una voz así, por destemplada que se la quiera, tiene que renovar la pregunta de en qué ha quedado el gran sueño de la libertad de Gálatas. 6) Los verdaderos límites de la libertad: No piensa Pablo que la libertad sea una patente de corso para cualquier conducta. Por eso habla de una libertad que no de pie a «los bajos instintos» (5,13). Por la lista de vicios y de virtudes que ofrece se puede pensar que se entiende el asunto desde una perspectiva moral de un indudable componente religioso. Pero la pregunta por los límites de la libertad personal ha estado siempre en la mente de los pensadores. La respuesta más convincente es aquella que pone los límites no solamente en los derechos del otro sino, sobre todo, de ese otro cuando es débil. Esto es así no porque el débil acumule más derechos que el fuerte, sino porque su si– tuación demanda un plus de generosidad humana, de simpatía y de compasión. La simpatía «con el dolor de nuestro prójimo cuando lo vemos sumido en el infortunio nos lleva a identificar– nos con su aborrecimiento y aversión hacia la causa cualquiera que lo haya motivado», (A. SMITH, La teoría de los sentimientos morales, pp. 153-154). La respuesta al dolor del prójimo nos constituye en sujetos morales y dibuja los límites de la libertad: nunca se puede uno apoyar en derechos para hacer sufrir al otro. La coloquial expresión «libertad sí, pero dentro de un or– den» es casi siempre asimilable a las posturas neoliberales de quien detenta de hecho el poder. La cuestión es quién deter– mina el orden en que se ha de enmarcar la libertad. Esa de– terminación, a su vez, ha de ser lo más libre posible, es decir, lo más participativa, democrática y justa posible para que la

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