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326 FmEL ArzPURÚA idénticos genéticamente, declararon sentirse igual de felices y satisfechos con la vida. Los autores del estudio aseguran que, más que un gen de la felicidad, existe una mezcla de genes que determinan la personalidad de modo que se tenga mayor o me– nor tendencia a ser feliz. Estos datos demuestran, una vez más, que para vivir la li– bertad es preciso construir la felicidad a la que se tiende «irre– misiblemente». «¿Qué nos ha enseñado, pues, la protomoral, que no pueda ser traicionado por la razón sin incurrir en an– tirrealismo? Que la realidad personal es constitutivamente di– ferente de las restantes cosas; que los hombres tendemos irre– misiblemente a la felicidad, y que el único modo de alcanzarla es apropiarnos de las posibilidades conducentes a ella», (A. CORTINA, Ética sin moral, p. 69). Esas posibilidades pueden ser la bondad del corazón y la vida simple. En ambos aspectos se halla oculto el secreto de la discreta felicidad y, con él, el perci– bir la herencia que acarrea el sueño de la libertad. 4) Libertad para la adultez: Para Gálatas la libertad da la medi– da de la persona adulta y creyente. Se trata de que Cristo, el hondamente adulto, «tome forma» en la persona (Ga 4,19). La libertad no se puede ejercer fuera del marco de la adultez y apunta a ella. Esto es aplicable tanto al individuo cuanto al mismo sistema social, más allá de azares y determinismos. «La realidad es un tejido de azar y necesidad, de indeterminismo y determinación ... También nuestra vida psíquica es una mezcla de determinación e indeterminismo. De hecho, conocemos mal el mecanismo de toma de decisiones de nuestro cerebro, por lo que todavía no es posible entrar en los detalles con un mínimo de fiabilidad, aunque tampoco es necesario. La libertad de la que aquí hablamos es la libertad que entiende todo el mundo, la libertad política o civil, la libertad que consiste en que nos dejen hacer lo que queramos, y no la presunta libertad metafisi– ca, también llamada "libre albedrío", que es un concepto oscu– ro que nadie acaba de entender», (J. MosrnRíN, La cultura de la libertad, p. 40). Ese «dejarnos hacer lo que queramos» para que

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