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204. FIDEL AIZPURUA, OFM CAP de su «no querer» 40 • Porque en ese no poder maniatado y mortal Dios queda al desnudo en su relación con el hombre expuesto a su incomprensión y aun. a su maldición. Incluso a quien con buena voluntad aceptara a Dios, todo se le volvería estupor, mudez, no saber ante un querer amoroso de Dios que hoy termina en fi– nitud. En: esta línea es donde Jesús se constituye profeta de un Dios sufriente. No de otro modo habría que entender el abrumador si– lencio del Padre en Me 14,32-42, la oración en Getsemaní, o toda la glacial epüanía de Jn 12,28. Este Dios de dilicil aceptación muestra su parte en el sufrimiento de Jesús en textos tan elocuen– tse como Jn 18,11 («El trago que me ha mandado beber el Padre ¿voy a dejar de beberlo?)» o Jn 19,11 («No estaría en tu mano ha– cer nada contra mí si Dios no te dejara»). El Padre está en la hase última de la razón del sufrimiento de Jesús (del de toda persona). He ahí su complicidad, su parte y la evidencia de su no poder. He ahí, así mismo, su compromiso e interés en que esto llegue a clarificarse, a curarse. Dios es el que más sufre, ya que está más en el porqué de la finitud. Dios es el más interesado en que no se sufra, en la plenitud salvífica, porque él se ha identificado como nadie, hasta darle sentido, con el sufrimiento de la historia. Esto es lo que deja ver la profecía del Jesús sufriente, sometido a la historia. h) Jesús, profeta definitivo Que Jesús, según los Evaugelios, se inscriba en la línea del pro– fetismo del AT parece que queda fuera de duda ya que obra como tal en la línea de denuncia 41 y en la línea del buscar y traducir la huella de Dios en la historia 42 • Como ellos se va a ver abocado a una muerte trágica 43 • Pero Jesús, sobre todo en el EvJn, da un salto cualitativo 4D Cf. J. J. JIMENEZ LOZANO, Parábolas y circunloquio11 de Rabí Isaac Ben Yehuda (1325-1402), Barcelona 1985, pp. 31-37. 41 Cf. Mt 15,7; Le 11,37. 4 2 Cf. Mt 16,2 SS. 43 Cf. Mt 23,27; 21,37.