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408 FIDEL AIZPURÚA DONAZAR NT quiere subrayar, más allá de sus formulaciones catequéticas en la metáfora de un mundo llamado a perecer 3 • Y no podrá mante– nerse vigente si no se entiende el tiempo como expectativa cercana, como tiempo acortado en la práctica de la justicia, como el día del Reino acercado por la práctica del seguimiento 4 • Si esta segunda acepción del tiempo no obra en la espiritualidad cristiana se corre el riesgo de no esperar ya nada 5 • Es impensable captar la tensión que subyace a este plantea– miento dialéctico si no se mantiene una vida en saludable tensión interna. El abandono de tal tensión al echarse en brazos de la ruti– na cotidiana lleva a pensar en la inutilidad de la pregunta sobre el horizonte de la vida 6 • Por eso este tipo de inquietudes solamente puede arraigar en personas apasionadas por la vida y por la fe. La falta de pasión desactiva por inútiles estas inquietudes 7 • Es el del tiempo como un continuum vacío que evoluciona hacia el infinito, en que todo está inexorablemente incluido; esta idea excluye toda expectativa sustancial y en– gendra ese fatalismo que corroe el alma del hombre moderno. Así, este hombre está ya resignado antes de que la sociedad le haya ejercitado en la resignación ba– jo el lema de la "racionalidad pragmática"»: J.B. METZ, Lafe en la historia y en la sociedad, Madrid 1979, 179. 3 CfMt24,4-7. 4 «El seguimiento de Jesús entendido de modo radical, esto es, en su raíz, no puede vivirse "si no se abrevia el tiempo". La llamada de Jesús: "¡Sígueme!", y la invocación de los cristianos "¡Ven, Señor Jesús!" son inseparables»: J.B. METZ, op.cit., p.186. 5 «Seguimos afirmando que estamos alerta y que esperamos al Maestro. Pero si hemos de ser sinceros, deberíamos confesar que ya no esperamos nada»: T. DE CHARDIN, citado en la obra de J.B. METZ, Lafe en las historia..., p.188. 6 La rutina y el individualismo son "hijos" de la superficialidad, el mayor pe– ligro de la vida y de la fe. 7 La pasión ha estado estigmatizada en la espiritualidad cristiana considerán– dola siempre como algo negativo. Sin embargo, como dice la escritora francesa Madame du CHATELET: «Pasiones tendríamos que pedirle a Dios si nos atrevié– ramos a pedirle alguna cosa, y Le Notre tenía mucha razón al pedirle al papa tentaciones en lugar de indulgencias»: Discurso sobre la felicidad, Madrid 4 2002, 97.
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