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432 FIDEL AIZPURÚA D0NAZAR entre otros beneficios, la supres10n de la dicotomía tiempo– eternidad, historia-extrahistoria, que, aunque vigente 68 , tiene poco futuro en una mentalidad antropológica moderna que contempla la realidad más como estructura que como elemen– tos separados 69 • 5) Dios y la culpa: Porque ese sería el planteamiento correcto, ya que el de la religión y la culpa se soluciona pronto diciendo que la culpa antecede a la religión pero que ésta no ha hecho, en general, sino cargar las tintas añadiendo más sentimiento de culpabilidad al ya existente. Lo interesante será ir constru– yendo una espiritualidad de Dios como liberador de la culpa. Lo posibilita misma Escritura y la práctica de no pocos cre– yentes que, con esfuerzo, han logrado enmarcar su vida en un nuevo paradigma de Dios teniendo como una de sus conse– cuencias mayores la de una creciente liberación del sentimien– to del culpa. Para ello habrá que liberar a Dios de nuestros malentendidos: Dios no impone, sólo ayuda; el pecado no es mal de Dios, sino del hombre; Dios no castiga, sólo perdona. Todo ello demanda un cambio urgente y necesario 7°. Conclusiones Al concluir la reflexión, sintetizamos la interpelación de 2 Pe en cuatro puntos que nos parecen más relevantes: 68 Como lo mostraría una simple lectura del viejo libro de J.A. T. ROBINS0N, Sincero para con Dios, Barcelona 1967. 69 Cf P. LAÍN ENTRALG0, ¿Qué es el hombre?, Oviedo 1999. 70 «Una vez que alguien se ha dado cuenta de la verdadera esclavitud que la culpabilidad hace pesar sobre los humanos y de la manera en que deforma tantas de nuestras conductas y de nuestras concepciones, ¿cómo no desear con todas las fuerzas de creyente y de ser humano "liberar" a Dios y, en todo caso, liberar al hombre de las representaciones que de él nos hacemos; ¿cómo no querer "'aban– donar" a este Dios amasado con nuestra culpabilidad, hasta el punto de ser un ídolo elegido por ella?; ¿y cómo no tratar de encontrar de nuevo el verdadero ros– tro de Dios y nuestro verdadero rostro?»: J. P0HIER, Dieu fracture, Paris 1985, 255.

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