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UN HOGAR PARA CURAR DESAMPAROS (1 Pe) 385 que se empieza a disfrutar en los parámetros históricos, como le ha ocurrido al mismo Jesús; c) Un horizonte nuevo en este «momento final» (Eis sótérian hetoimén apocalupsthénai en kairó eskható: 1,5): porque vivir con nuevos horizontes aligera el peso de la cotidia– neidad; d) Un premio que se va disfrutando en la medida en que se revela Jesús (Heurethé eis epainon: 1,7): ahora en el devenir histó– rico de la persona y luego en la plenitud del día final. Para mantener esta mística de resistencia, de espera, de atisbo, no hace falta tocar y ver a Jesús. Se pueden mantener estos anhe– los ahora que el Jesús de la historia ya no está entre nosotros 12 • Se puede «amar sin ver» 13 : «Vosotros no lo visteis, pero lo amáis» (Han ouk idontes agapate: 1,8). Esto puede llevar a una alegría «in– decible». De rn,anera que la vida del creyente, en medio de dificul– tades históricas, no es un continuo languidecer, sino un auténtico disfrute, más allá de cualquier constricción. Si todo este conjunto no resulta suficiente, que el creyente re– cuerde la apuesta que Jesús ha hecho por él1 4 • «Sabéis con qué os rescataron ... con una sangre preciosa» (Eidotes elutróthéte ... timió haimati: 1,18-19). En el parámetro conocido del «rescate» el autor anima a percibir a Jesús corno el apoyo decisivo para su torna de postura social: hundirse en el mar del paganismo sin asimilar la di– ficultad de la extranjería sería corno dejar por ineficaz a la entrega de Jesús, corno su si vida hubiera sido en vano. Frustrar la espe– ranza de Jesús sería la ruina de lo humano. Por el contrario, ser consciente del valor de la sangre de Jesús, de su entrega, tendría 12 Es la gran pregunta de las comunidades cristianas de segunda y tercera ge– neración, como lo demuestra el bloque de Jn 14-17. 13 El anhelante, el místico, como decía san Juan de la cruz, quiere saciarse con la «presencia y la figura»: «Descubre tu presencia, y máteme tu vista y hermosu– ra; mira que la dolencia de amor, que no se cura sino con la presencia y la figu– ra». ( Cántico espiritual, Canción 11). 14 El recurso a Jesús como «argumento último» es característico de las Católi– cas.

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