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402 FIDEL AIZPURÚA DONAZAR ayudar a vivir lo cotidiano de la existencia con los criterios de Cristo, los que repetidas veces aparecen en el Evangelio (paz, amor, libertad, servicio, acompañamiento a los débiles, gene– rosidad, etc.). Muchas de las indicaciones éticas que desgrana 1 Pe van en ese sentido. Por supuesto, y en esta línea, tampo– co interesaría tanto eclesializar la realidad, hacerla coincidir con el marco de la estructura eclesiástica. Esto caería fuera de los ámbitos de la misión eclesial5 5 • 3) Una espiritualidad integradora: De alguna forma, aunque sea en maneras débiles, 1 Pe deja entrever que no todos los secto– res del paganismo están contaminados por la impiedad. De donde se podría deducir que su espiritualidad es integradora de los aspectos humanizadores que contiene toda realidad so– cial. Este rasgo resulta interesante para el creyente de hoy ne– cesitado de hacer un esfuerzo por integrar la secularidad en la espiritualidad actual. De alguna manera se percibe que lo sa– grado y lo profano tienden a disminuir sus divergencias 56 • Y es incipiente el anhelo de una espiritualidad más englobante, más social, más patrimonio de la humanidad entera 57 • Hay 55 «Cristificar no es lo mismo que eclesializar, ni siquiera que cristianizar. Ya he– mos dicho que a la Iglesia le sirve tanto el modelo de la "conversión" del mundo como el del fermento en el mundo. En ambos puede cumplir su misión y en am– bos puede dejar de cumplirla. Pues de acuerdo con la enseñanza de Jesús, el mun– do no realizará su dimensión erística por el hecho de decir "Señor, Señor", ni porque los papas tengan poder temporal, ni porque haya una fiesta de Cristo Rey en la liturgia, sino porque da de comer y de beber a los que no tienen, viste a los desnudos y visita a los enfermos y a los presos... »: J.I. GONZÁLEZ FAUS, ¿Para qué la Iglesia?: Cuadernos de Cristianisme ijusticia 127, p. 14. 56 Jesús reduce al máximo tales divergencias. 57 «Creyentes y no creyentes se van uniendo de manera sorprendente, a veces quizá desconcertante, en una concientización más profunda y en la que podría– mos llamar el umbral del misterio, en el "misterio del ser" (Max Planck), en el "sentimiento cósmico-religioso" (A. Einsiein). Algo así como si lo sagrado y lo profano tendieran a disminuir sus divergencias y a acortar distancias. En todo ello captamos un murmullo especial y difuso, una especie de "rumor de ángeles", co– mo lo califica el sociólogo Meter Berger. Surge una intuición, una necesidad es– piritual más global, integrada e integradora de la realidad, mucho menos sacrali-

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