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400 FIDEL AIZPURÚA DONAZAR 5) La esperanza como bien social: No únicamente como un bien «espiritual» que parece no tener arraigo ciudadano, más allá del mero talante personal. No, para 1 Pe suscitar esperanza es un bien comunitario, un dinamismo que puede dar a la acción común un tono u otro muy distinto. De ahí que generar espe– ranza sea una especie de «obligación social» porque ese traba– jo no sería otra cosa sino abrir horizontes a la vida cuando hay muchas personas y entidades que se han descabalgado ya hace tiempo de esta esperanza. Pero otros siguen ahí, como «centinelas» 50 . Entender la esperanza como bien social requie– re el apearnos de la idea que el pensamiento neoliberal quiere inculcarnos de que los pobres no tienen ningún valor porque han perdido su capacidad económica. Más allá de sus caren– cias, toda persona puede contribuir al crecimiento en esperan– za con sus sueños de igualdad, con el mantenimiento de las utopías, con el regalo del perdón, con la certeza de que la po– breza puede ser un lugar de encuentro y no únicamente una maldición. Atenerse a la esperanza es agarrarse a un enganche social del que la comunidad siempre estará necesitada, resis– tiendo con humanidad, porque «en la resistencia habita la es– peranza»51. 4. Lectura espiritual 1 Pe contribuye don diversos temas a la construcción del edi– ficio de la espiritualidad, entendiéndolo siempre en sentido de es– piritualidad humana y, por lo mismo, transferible a toda persona. 50 «No podemos olvidar que en estos viejos tiempos, ya gastados en sus valo– res, hay quienes en nada creen, pero también hay multitud de seres humanos que trabajan y siguen en la espera, como centinelas»: E. SABATO, La resistencia ..., p. 120. 51 «Yo me atengo a lo dicho: /La Justicia, /a pesar de la Ley y la Costumbre, /a pesar del Dinero y la Limosna. /La Humanidad, /para ser yo, verdadero. /La Libertad, /para ser hombre. /Y la Pobreza, /para ser libre. /La Fe, cristiana, /para andar de noche, /y, sobre todo, para andar de día. /Y, en todo caso, hermanos, /yo me atengo a lo dicho: /¡la Esperanza!» (P. Casaldáliga).

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