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398 FIDEL AIZPURÚA DONAZAR den ser ensamblados 45 • ¿Es esto inviable? Hay quienes creen en ello, aunque hoy no sea una mayoría determinante 46 • 3) Convivir es más que tolerar: Hay que percibir la lentitud de nuestra sociedad (y de las Iglesias) a la hora de articular so– cialmente el fenómeno migratorio. Se continua desde hace años en una fase de ayuda-caridad-tolerancia que no hace si– no postergar el problema de la simple convivencia de plan– teamientos vitales y culturales distintos. 1 Pe no habla de ser tolerante manteniendo un aislamiento que impida la mezcla social; habla de ser ciudadano común desde la opción religio– sa o ideológica que cada cual sostenga. Quizá haya que ir abandonando el concepto de tolerancia porque tiene un cierto sabor de superioridad y ser suplantado por el de simple con– vivencia. Se contribuye así, como señala Vallespín, a «una mayor comunicación e interpenetración del mundo de las concepciones morales plurales. Los islotes identitarios aisla– dos se abren a una fecundación mutua que no presupone la renuncia de los rasgos diferenciales» 47 • Más aún, el multicul– turalismo habría de quedar superado por la simple conviven– cia, algo que proviene más de los fondos de la persona que de estructuras sociales de mezcla cultural. Por eso, cuando ha- 45 La falta de reciprocidad es lo que bloquea cualquier análisis y, por supues– to, cualquier plan conjunto de actuación. «Somos miembros de un gran cuerpo. La naturaleza nos ha hecho hermanos y nos dirige hacia una única meta; nos ha infundido un amor recíproco, haciéndonos sociables. Ha establecido la equidad y la justicia. De acuerdo con sus normas, quien hace el mal es más desgraciado que quien recibe ese mismo mal. Nuestras manos siempre están dispuestas a ayudar. Medita y repite a menudo esta frase: soy humano, y nada de lo humano me es in– diferente. Nuestra sociedad es semejante a una bóveda de piedra: caería si falta el apoyo, y se sostiene, justamente, en virtud de la reciprocidad»: SÉNECA, Cartas morales a Lucilio, 95, 52-53. 46 Y no nos referimos a quien se dice «ciudadano del mundo» pero no ha re– suelto sus sentimientos identitarios ni los de los otros, cosa a la que no se lleva por vía de un pensamiento y actuación meramente personal sino, como decimos, desde la perspectiva de la reciprocidad. 47 Citado por A. ORTEGA, La fuerza de los pocos, Barcelona 2007, 188.
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