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456 Lázaro de Aspurz Lo que era pauta de aproximación a Dios para el pueblo esco– gido lo es mucho más, en la doctrina del Nuevo Testamento, para la entrada de cada redimido en la comunión con Dios. <e El que no ama al prójimo a quien ve, ¿cómo amará a Dios a quien no ve? )) (r Jn 4, 20). Ir al hermano, al hermano pobre en el más amplio sentido de la palabra, es ir a Dios. El camino para ir al Padre es Cristo, el « hijo del hombre )) , y el camino para encontrar a Cristo es el pobre, como El mismo lo ha afirmado (Mt 25, 31-46). El pobre es el ce sacramento )) de la presencia de Cristo en medio de nosotros, en medio de la Iglesia mientras dura su peregrinación en el tiempo. r. « Cuando estaba en los pecados )) Dado el temperamento de Francisco, rico como pocos de sen– sibilidad humana, no debe extrañar el que Celano y los Tres Com– pañeros nos le presenten desprendido en sumo grado, compasivo y liberal para con los necesitados o afligidos. El primer hecho que le acredita de tal es la victoria alcanzada en la prisión de Perusa, a fuerza de delicada cortesía, con el caballero insoportable, con– denado por los camaradas de cautiverio al ostracismo (g). Y anota Celano que, « libre de la prisión, se le vio más inclinado a la pie– dad para con los indigentes ll. Por entonces ocurrió el episodio del mendigo despedido sin limosna en un momento de afanosa atención al mostrador en la tienda de paños. Lo refiere Celano en la Vita I, como mera asociación re– trospectiva, al hablar de la caridad con los leprosos después de la conversión. Y se halla asimismo en el Anónimo de Perusa, en los Tres Compañeros y en san Buenaventura sin variantes notables. Al caer en la cuenta Francisco de lo que había hecho, reprochóse a sí mismo tamaña descortesía, diciéndose: ce Si ese pobre te hubiera (g) 2 Cel I, 4; Leg. Trium Sociorum, ed. G. ABATE, en Miscell. Franc. 39 (1939), 2, p. 278s.

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