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464 Lázaro de Aspurz el fin de que allí se fundamentaran en la santa humildad. Y así, cuando pretendían entrar en la orden, fuesen nobles o plebeyos, entre otras cosas se les comunicaba sobre todo que debían consa– grarse al servicio de los leprosos y vivir con ellos en los lazare– tos)) (29). Prescindamos una vez más de la perspectiva ascética que supone como finalidad ejercitar a los novicios en la « santa humildad)). Sabemos ya cuál era el fruto que Francisco pretendía: la conversión mediante la convivencia fraterna con los leprosos. Son abundantes los textos que dan fe de la relación de las primeras fraternidades franciscanas con los leprosos. La de la Por– ciúncula se encargaba de atender la leprosería de Asís, distante un cuarto de hora. Lo sabemos por el episodio de fray Giacomo el Simple, a quien Francisco había confiado el cuidado de los leprosos, como enfermero fijo, y en especial de uno que se hallaba en grado avanzado. Fray Giacomo, en su simplicidad, llegó a presentarse más de una vez con su comitiva de cuerpos ulcerosos en Santa María de los Angeles. Vuelto el santo de un viaje, reconvino al imprudenté enfermero: e< No debieras traer así a los hermanos cristianos; no es decoroso ni para ti ni para ellos >). Pero al darse cuenta de que estas palabras habían humillado al leproso grave, allí presente, se acusó de esta culpa ante Pedro Catani, ministro general a la sazón, y se impuso la reparación de comer con el hermano cristiano en la misma escudilla. El dato de ser entonces Pedro Catani ministro ge– neral demuestra que la hermandad con los leprosos no fue sólo en los comienzos; el suceso debió de ocurrir a fines de rzzo o princi– pios de r22r (30). Los primeros franciscanos establecidos en tierras germánicas comenzaron asimismo morando en las leproserías (3r). Salimbene conoció todavía religiosos que servían a los enfermos en los hospi- (29) Spec. Perf., c. 44. Probablemente la Legenda antiqua nos da la redacción original de los « tres compañeros"• la misma fundamentalmente que en el Speculum. Ed. Delorme, París 1926, ro2; o en la edición depurada del padre Jacques Cambell: I Fiori dei Tre Compagni, Milano 1967, p. 86. (30) Spec. Perf., c. 58. (31) Cfr. JoRDAN. Chron, 33, 39, An. Franc. I, p. ns.

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