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436 Lázaro de Aspurz corporalmente una edad bastante inferior a la real cuando llegó a Venecia (2). A la evolución mental y a la propensión a la vida de piedad, quizá todavía mera docilidad receptiva, vinieron a unirse varios factores· que provocaron una experiencia prematura del lado duro de la vida, experiencia que hizo surco profundo en aquella sensibili– dad tan rica cuanto vulnerable. Primero fue la muerte del padre, cuando él no contaba más que siete u ocho años. Y vio sobrevenir la pobreza en el hogar; lo más probable parece que la madre, Elisa– betta Masella, se decidiera a confiarlo a los conventuales forzada de la necesidad, ya que tenía otros hijos que atender. El niño, desde entonces fra Giulio Cesare por formar parte de los pueri oblati destinados a la vida religiosa, se halló por lo demás en su centro; su espíritu se fue abriendo al ideal de consagración con candor y generosidad, al paso que sus dotes intelectuales se agigantaban. Pero el infortunio continuó cayendo sombríamente sobre aquella vida en floración. Debió de coincidir con el despertar de la pubertad la pérdida de la madre. Y hubo de probar el de– samparo de la orfandad, un desamparo trágico aun por parte de los mismos religiosos sus educadores, que hasta entonces habían sido para él la encarnación del ideal de vida que llenaba sus aspira– Ciones. El excelente biógrafo padre Arturo M. de Carmignano ha puesto de relieve, muy acertadamente, el impacto que hubo de producir– le, según indicios seguros, la decepción fuerte al comprobar por primera vez el contraste de la interpretación práctica de la vida religiosa que veía en torno suyo, y en concreto en aquel maestro Vir– gilio Iacone responsable de su formación (3). Y ello cuando sus catorce años le proporcionaban, con el reclamo del yo reflejo, ca– pacidad de valorar personas y conductas. (2) Plácida dice que llegó « essendo piccolo, de eta de anni 11 in circa »; y Cristina: « de tredici anni in circa non ancora ben finiti ,,. ARTURO '.\T. DA CAR– MIGNANO, o.e., IV, 2, Document,:, p. 55.'i v 558. (3) O.e., I, 110-112.