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442 Lázaro de Aspurz c10n de la Virgen (13). Consta, sin embargo, que durante toda su vida fue un estudioso incansable. Esa experiencia personal del don de la vocac10n, como exi– gencia de una deuda total para con Dios, daría a su celo pastoral como superior aquel tono de rigor, digamos de severidad, que ca– racterizó, sobre todo, su paso por las provincias de Europa siendo general. No admitía flojedad en la fiel observancia de la vida pro– metida, y como medio de mantener viva la correspondencia a la vocación inculcaba a los religiosos la renovación diaria de la pro– fesión religiosa. A sensibilizar esa conciencia tendían las encendidas pláticas a sus hermanos de hábito, y consta que poseía el arte de hacer recobrar el gozo de la vida consagrada a quienes se acobarda– ban ante los trances amargos que tantas veces reserva. Hallándose en Milán en 1618 recibió la visita de dos padres jesuítas que se hallaban en plena crisis de desengaño de su propria Orden. El santo comenzó advirtiéndoles que es vana ilusión pensar que todo van a ser dulzuras y satisfacciones en la vida religiosa; lo normal es que abunden los días difíciles, y que es entonces cuando la voca– ción alcanza su sentido pleno. Terminada la entrevista se vio salir a los dos padres visiblemente consolados, alegres y enfervoriza– dos (14). z. EL MISTERIO DE LA VOCACIÓN El tema de la vocación divina sale al paso con cierta frecuencia en los sermones de san Lorenzo, y en ocasiones es tratado con cierta detención, particularmente en los panegíricos de los apóstoles. No vayamos a buscar, con todo, una perspectiva antropocéntrica como la que estamos habituados a ver en muchos tratados modernos. (13) Cfr. declaración de Andrés de Venecia: ARTURO M. DA CARMIGNANO, o.e., IV, 2, Documenti, n. II r7 § 4, p. 206. (14) Declaración de Alberto Rollini de Novara, ibid., n. rr46 § 9, p. 3I4.

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