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440 Lázaro de Aspurz diácono y mientras esperaba la edad requerida para el presbiterado, le fue concedida por el general de la Orden la patente de predicador. Otra vez se le obligaba a desempeñar el papel de superdotado. Las declaraciones de quienes fueron compañeros de estudio no dejan lugar a duda sobre la actitud admirativa y hasta embarazosa que tomaban ante fray Lorenzo; reconocían en él una madurez superior a sus años y un situarse ante la vida fuera de lo corriente (8). La última de las crisis vocacionales, si así podemos llamarlas, fue la que precedió a la ordenación sacerdotal, manifestada quizá ya a la hora de recibir el subdiaconado. Debió de ser la más atroz. Según los recuerdos de sus primas Cristina y Plácida, fue un pro– fundo sentimiento de su propia indignidad lo que le hizo negarse absolutamente a dejarse ordenar, pero quería seguir siendo capu– chino; y no fueron suficientes a hacerle cambiar de determinación ni los ruegos apremiantes del tío don Pietro y de las parientes, ni las exhortaciones de los hermanos de hábito. Fue necesaria una formal imposición de la obediencia (9). Es probable que lo que le hizo detenerse fuese el alto concepto que tenía del sacrificio de la Misa, el cual, andando el tiempo, llega– ría a constituir para él la esencia de su vida. Mas para san Lorenzo el sacerdocio no es solamente, ni quizá primariamente, un carisma de culto, sino también una misión y una responsabilidad respecto de la Palabra. ¿Quién se atreverá a considerarse digno de ser mi– nistro del mensaje divino? « Sólo Cristo puede tratar dignamente la sagrada Escritura )) , dirá él mismo (ro). A través de sus sermones, sobrios siempre en sentimientos personales tal como han llegado a nosotros, se descubre con frecuencia hasta qué punto se sentía abru– mado bajo el peso y la sublimidad de una misión que asocia al predicador a la misma obra redentora del Hijo de Dios. Y hay indicios de que también a la hora de asumir esta responsabilidad (8) Cfr. declaraciones de Arsenio de Venecia y Daniel de Venecia, ibid., IV, :a, Documenti, n. 1137 § 3, p. 276, n. 1139 § 5, p. z86. (9) ARTURO DA CARMIGNANO, o.e., I, 177. (ro) Quadrages. II, Opera omnia, V, r (Patavii 1938) 60.

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