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19 HECHOS DE LOS APÓSTOLES Oastigo de Ananías y Safira 5 Pero un tal Ananías, de acuerdo con su mujer Safira, vendió una propiedad, 2 y reteniendo, en connivencia con su mujer, parte del precio, llevó lo restante para po– nerlo a los pies de los apóstoles. 3 Pedro le increpó: Ana– nías, ¿por qué has dejado .que Satanás se apoderase de tu corazón engañando al Espíritu Santo. y reteniendo una par– te del precio del campo? 4 ¿No eras libre de conservarlo sin venderlo? .Y una vez vendido, ¿no podías disponer del precio libremente? ¿Cómo se te ha ocurrido hacer esto? No has engañado a los hombres, sino a Dios. 5 Oyendo Ananías estas palabras, cayó muerto. Un gran temor se apoderó de todos los presentes. 6 Acudiendo los más jó– venes, lo amortajaron y lo sacaron fuera para enterrarlo. 7 Al cabo de unas tres horas entró la mujer, que no sabía lo ocurrido. 8 Pedro la interpeló : ¿Es verdad que habéis vendido el campo a tal precio? Sí, respondió, a tal precio. 9 Pedro le replicó : ¿Cómo os habéis puesto de acuerdo para tentar al Espíritu del Señor? Mira, los pies de los que enterraron a tu marido están a la puerta; van a lle– varte también a ti. 1 º Al momento se desplomó a los pies del apóstol y expiró. Entrando los jóvenes la hallaron muer– ta, y sacándola fuera, la enterraron junto a su marido *. 11 Un gran temor se apoderó de toda la comunidad y de todos cuantos oyeron estas cosas *. · 1-10 Los dos esposos cometen un triple pecado: de htpocresla, pre– tendiendo pasar por generosos y desinteresados; de iniufticia, porque al desprenderse de sus bienes, adquiría,n el derecho de ser auxiliados por la comunidad ; de desconfianza, pues se reservan parte dsl precio para hacer frente a ·futuros aprietos económicos. 11 La palabra "iglesia" se ernplea aquí por primera vez. Con ella se designa a ]a largo del Nuevo 'l"estarnento: la Iglesia madre de Jerusa– lén (8, 1; 11, 22), las iglesias particula,res; tanto de Judea como de los paganos (Gl 1, 22; 1 Tes 2, 14; Hech 12, 26; 14, 23); sus asam– bleas (1 Co 11, 18); la comunidad en su unidad teológica y jerárquica (Hech 20, 28; 1 Co 10, 32) y en su categoría de esposa y cuerpo de Cristo (Cl 1, 18; Ef 5, 23-32). .