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-8- za intachable de su vida no dejaría a sus enemigos otra escusa para contradecirle y perseguirle y matarle que el furor insanable de la envidia y del despecho. Mas ahora, cuando el mundo va a recoger el fruto de aquella muerte, y el Evangelio va a irrumpir por enci– ma de las fronteras de un pueblo que no supo conocer a su Salvador, el Espíritu Santo aparece en forma de lenguas de fuego, de fuego que todo lo funde en uno: de lenguas que son el lazo de unión espiritual entre los hombres. Los Apóstoles reciben en su pecho labra– sa divina caida del corazón del Padre y del Hijo, y, sin poder contener la emoción religiosa que los inflama, salen afuera transfigurados hablando un lenguaje todo divino, sus palabras llegan como fuego a las almas y comienza la vida pública de la Iglesia entonando cánti– cos de alabanzas al Señor, en expresiones que todos entienden y repiten. No olvidemos que el primer signo de unidad religiosa se produjo a impulsos del amor de los hombres a Dios. Argumento Apologético Tal fué la promulgación solemne de la Ley de gra– cia continuada por los Apóstoles y por cuantos envia– dos por Dios siéntense aguijoneados por aquella pala– bra soberana del Maestro «ITE» id por todo el mun– do; y urgidos por la caridad de Dios, como de sí lo de– cia S. Pablo. La obra de Jesucristro sin perder en nin• gun momento la unidad y la adaptación divina a las ne– cesidades y aspiraciones de los hombres tiende siem-

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