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-67- entos que el hombre sentiría, levantándose contra El y contra su prójimo sobre el pedestal de pretendidos de– rechos; ha fundamentado el derecho en el deber: y Je– sucristo proclamó muy !alto que lo primero es «buscar el reino de Dios y su Justicia, y que todo lo demás nos vendría como por afiadidura»; tal es la Justicia cristiana. En su nombre podemos reivindicar nuestra libertad físi– ca y moral para el bien del cuerpo y del espíritu, para. nuestra finalidad en la tierra y en el cielo: y nadie pue– de atropellarnos sin atropellar el supremo derecho de Dios, ni nosotros podemos quebrantar ese orden de re– laciones sin prevaricar y constituirnos en el estado de tiranía para con nuestros semejantes y de ofensa para con Dios. La justicia invocada sin el respeto de Dios no se apoya sino en la fuerza; si es en la relación de hom– bre a hombre, será la de los lobos entre si; si es la jus– ticia social por las mayorías, será la fuerza disfrazada por el número, la masa deificada y aplastando el dere– cho; si se ·invoca la necesidad como ley de justicia, será el libertinaje del desorden, supuesto que todos prodrán clamar por lo que necesitan; de ahí el origen de la,s gue– rras y de las luchas fratricidas disimuladoras falaces de pasiones miserables; en una palabra, en cuanto se des– conoce la noción ·de la Justicia cristiana, basada en el amor de Dios y del prójimo por Dios, no queda del hom– bre sino la bestia o satanás, el orgullo o;la concupiscen– cia para regular las relaciones con los. prójimos. Es pre– ciso aceptar que los derechos de Dios andan mezclados en todos los asuntos humanos, y conservar intangible el único puente de comunicación con El y con los hom– bres que es el amor dulcificador de la vida de relación;
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