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-66- labra JUSTICIA, no se invoca et amor mutuo, ta cari– dad cristiana, sino el derecho, tos derechos del hombre; es decir, se quiere reducir toda ta trama de tas relacio– nes de los hombres entre si al concepto rabínico de ta justicia legal, resucitar el glosario farisáico, condenado por el Divino Maestro, al promulgar la ley de la caridad y de la Justicia interior. Es preciso por tanto, repetir hoy las palabras lapidarias de la Verdad bajada del Cie– lo; «si vuestra justicia no es mayor que la de los escri– bas y fariseos no entraréis en el reino de los cielos». Para justipreciar lo que debemos al prójimo, es preciso colocarse a la altura de lo que debemos a Dios mismo. «El nos ha protegido como con un escudo con su Volun– tad buena y amorosa». «El ha mandado a cada uno el cui– dado de su prójimo»: de donde se deduce que todo de– recho que podemos alegar procede del deber que tene– mos para con Dios y de la obligación de obedecerle. De si mismo el hombre no puede alegar ningún derecho ha de comenzar por reconocer que cua:nto tiene, lo ha recibido: el derecho es la facultad de exigir algo cuyo titulo sea anterior a nosotros, supuesto que no se con– cibe el derecho, sino en el orden social de las relaciones humanas: y ¿qu:é hay anterior a nosotros, sino el Autor mismo de la ley moral y su regla que es Dios, y el de– signio suyo al crearnos para un fin determinado que na– die podrá estorbar sin agraviar a Dios y sin hacer inju– ria al hombre?.. La suprema justicia, por tanto, presu– pone el amor de Dios, y crea la obligación de corres– ponderle y el derecho de todos a no ser estorbados en el camino del fin para el que fuimos creados. Así ha previsto la divina Sabiduría los endiosami-
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