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-56- les hasta muy entrado el siglo 111, cuando los mártires se contaban por millares y millones, testigos más que heroicos de hechos innegables y del hecho siempre pre– sente de la existencia de la Iglesia, sobreviviente ante la muerte de todos sus perseguidores. Y mientras rugía el temporal y amenezaba hundir en el oleaje la barca de Pedro, éste y sus sucesores se aduefíaban del mundo, cambiaban la faz de ta tierra, y al cesar el periodo persecutorio con ta Paz de Constan– tino, pudo ta Iglesia reunir en Nicea el primer Concilio general compuesto de Obispos y fieles mutilados por los tormentos, pero únicamente preocupados de reparar las quiebras que la disolución interna de las almas hu– biera podido causar entre tos fieles con doctrinas falsas. Por donde se ve claramente que la Iglesia no estaba so– terrada espiritualmente en las catacumbas donde sus hijos se reunían para la vida religiosa y para conservar la libertad de adorar a Dios conforme su conciencia se lo pedía; sino que vivía a la luz del sol en cuanto a sus doctrinas. Roma envía delegados a las iglesias de afue– ra, reune conciliosprovinciales, crea cátedras de religión, examina las discusiones de los apologistas y cambia el eje de todas las discusiones de los intelectuales del de– cadente Imperio, haciéndolas girar enderredor del he– cho innegable del Evangelio que tiene insignes maes– tros a un tiempo en Antioquia, en Jerusalén, en Ale– jandría y en Cartago. Se realizaba la palabra ;de Jesús: los apóstoles eran pescadores de hombres, las redes de la palabra de Dios envolvían a toda ta tierra.
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