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-55- está Pedro, mano al remo, sosteniendo la cátedra del Maestro. Es este un hecho. dogmático de la mayor impor– tancia que vincula el primado de la Iglesia a la sede episcopal del Príncipe de los Apóstoles; las redes de es– te son las que envuelven toda la tierra, recibiendo en ella hombres y mujeres de toda raza y condición social. Las inteligencias cultivadas por la lengua de Grecia oyen anunciar el Evangelio en griego; los centros de mayor ílustración fueron los que mayor contingente die– ron al Evangelio, respondiendo de antemano al sofisma antiguo y moderno de los que creen que la Fe es patri– monio de los ignorantes; las primeras luchas internas originadas por herejías, disociadoras del pensamiento de jesucristo, fueron inspiradas por el platonismo y el helenismo; fueron los gnósticos panteistas los que de– formaron el concepto revelado de la Dividad de Jesu– cristo, mezclando con las ideas cristianas la filosofía de sus maestros paganos. La Iglesia combatida en sus miembros por safiuda persecución, que regaba de san– gre generosa los circos y los patíbulos, supo. hacer fren- · te a ese primer amago de rasgaduras en su intangible doctrina, gracias a la unidad de inspiración y de disci– plina, mantenidas por el Divino Fundador que navegaba a bordo de la barquilla de Pedro. Así morían por Cristo los inumerables testigos que El había enviado por toda la tierra; la tradición enlazaba los hechos y palabras del Maestro con los que los vieron y oyeron y con sus in– mediatos discípulos, como en el caso de Sanjuan Evan– gelista, su discípulo S. Policarpo y el discípulo de este San Irineo que alcanzan en tres generaciones espiritua-