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- 36- monos un poco al festín, a ver si podemos adivinar el mis– terio que en él se encierra; pues evidentemente Jesús propuso esta parábola para significar otra cosa de más substancia que una cena de terrenales manjares. El festín de que hablaba el Evangelio es un símbolo de la Iglesia católica, la Casa donde el Sefíor del cielo y de la tierra congrega a sus elegidos y los regala con su gracia. Es figura del convite eucarístico en el que los ele– gidos participan del manjar de los ángeles, del Cuerpo y Sangre de Jesús que se nos dió en la Ultima Cena, y es prenda de la felicidad que nos guarda en el cielo. Hay muchos hombres y muchos nifíos tan necios y descomedi– dos que se desentienden de la invitación a este convi– te; no quieren acudir a la Iglesia a oir hablar de Dios y a recibirlo en la Sta. Comunión. Dicen que estan ocupadísi– mos en cosas importantes, como probar unos bueyes, o negocios que les encargan; o se van al cine, o a jugar por esas calles; sale el Sr. Cura Párroco o el Misionero quizá el Sr. Obispo por esas calles, anuncian reuniones de los hijos de Dios en el templo, toca la campana una dos y tres sefíales, y ellos se hacen los desentendidos, no acuden y dejan a Dios desairado; ¿serán dignos de sen– tarse en el cielo con los santos ángeles en la mesa de Dios?... Los frutos sazonados de la Pasión y Muerte de Je– sucristo les están brindando con el perdón y con la gracia; pero ellos dejan pasar el tiempo de esta vida, siempre confiados en que habrá tiempo para acudir a última hora; por esta razón quedan tantos y tantos burlados; Dios lla– ma a otros y otros que quizá están muy lejos; el Misione– ro se va a las Indias o a! Africa, a la China y allí lleva el convite e invita a los chinos y a los indios y a los negros, que entran contentísimos en la Iglesia y para ellos son las caricias del Padre que a todos llama, y ellos son los preferidos en el reino de los cielos, quedándose centena-

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