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-299- . ,¡I .hablaba. Las primeras revelaciones, que tuvieron los mor– tales sobre Jesús, salieron de la boca de la Virgen; las palabras dulcísimas que después nos habló el Seflor fueron aprendidas de labios de su divina Madre; Ella fué Ja primera que le besó en nombre d.e todos, y le reconoció :por su Dios y su Seflor. No quiso Jesús manifestarse al mundo, sino después de haber vivido treinta años acom– pañando a la Virgen en Nazaret; no quiso hacer el primer milagro sin que se lo pidiese su Madre; no quiso ir amo– rir por nosotros a la cruz sino acompañado de la Vir– gen, clavada por amor y compasión infinita al pie del ,.santo madero, para recoger el último suspiro de Jesús, recibir el encargo de ser nuestra Madre y ofrecer aquel sacrificio expiatorio al eterno Padre por 'la salvación de todos. Ahora pues, pensad vosotros qué no podremos prometernos del amor y del afecto maternal de la Virgen si le somos fieles y nos mantenemos siempre junto a Ella en las horas de prueba y de tentación. Todavía 1 no se ha perdido nadie, dice San Bernardo, por quien María se haya interesado ante Dios. Dios no puede negar nada, nada a su benditísima Madre. Si algún niño se pierde, si cae en pecado y se condena, será porque no supo ~acudir oportunamente al socorro de la Virgen. La oración del niño tiene que llevar siempre el aroma del nombre de María; rezarle, llamarla, invocarla, salu– darla, quererla, desear verla como deseamos ver a nues– tras madres; esto es lo que ob1iga a la Virgen a cuidarnos y a bendecirnos y a salvarnos. No tengamos por tanto miedo, ni a los hombres ni a los demonios. Dios ha hecho depender nuestra victoria de la gracia de Jesús :que mu– rió para redimirnos, y de la intercesión de María, nom– brada administradora de los bienes de la Redención; ya veis: si depende todo de una Madre tan buena ¿porqué no hemos de fiarnos de Ella y bendecir al Señor que nos

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