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-298- paciencia y permite que por un tiempo triunfen los malos, la hora de la venganza divina llega siempre, y para los pueblos, siempre llega en este mundo; pues para cada uno de nosotros está señalada la hora del juicio después de la muerte, y el día del juicio final después de acabado. el mundo. Mucho cuidado por tanto, en abusar de la bondad y de la paciencia de Dios. Jesús nos ensenó, al anunciar estas cosas tan tremen– das, que si confiamos en El, que si nos mantenemos uni– dos a El, nada podrá dañarnos, aunque el mundo entero y el infierno se levante contra nosotros. Ya veis como la Iglesia salió triunfa1,te de la catástrofe que aniquiló al pueblo judío. Los primeros cristianos estaban bien pre– venidos por el divino Maestro, y además, estaban prote– gidos, durante las primeras explosiones de la persecución, por la misma Madre santísima de Jesús, la Virgen, deja– da algunos años en este mundo, para que sostuviera el valor de los discípulos de su divino Hijo. Yo sé que los niños cristianos han aprendido a con• fiar en la Virgen; que desde pequeñitos la llaman Madre, y le rezan, y se ponen bajo su amparo; y esto infunde cierta esperanza de que, aunque vengan mil peligros y dificultades y tentaciones, esos niños cristianos se man– tendrán firmes al lado de Jesús. Esta confianza de la Vir~ gen Madre es la primera lección que aprendemos en el Evangelio, cuando vemos aparecer en el mundo al Re– dentor en el regazo de María Santítima. Podía el Hijo de Dios haber aparecido radiante de luz y de gloria, entre nubes de incienso y legiones de Angeles que lo presenta– ran a.los hombres y les dijeran: «ahí está vuestro Salva– dor»; pero no: quiso hacerse niño pequeñito, encerrarse en el seno de su divina Madre, y ser presentado al mundo sentadito en sus rodillas, convidando a todos a amarlo y a escuchar lo que la Virgen les decía de El, pues El no

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