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- 282 _:__ su desintegración y corrupción, y lo deleznable de la vida del cuerpo que de sí tiende a la extinción. Solo Dios ha podido compaginar los átomos de la materia y producir un organismo, e inspirarle la vida; ante ta desintegración de la materia y la destrucción del organismo, nosotros tenemos el silencio y el reconoci– miento de que no somos nuestros propios artífices, sino que es Dios: si el hombre lo niega, queda reducido a la humillante condición de una fuerza ciega, aplastada por otra fuerza ciega mayor, y sometido a lo fatal como el polvo que huellan sus pies. Pero si es cristiano levanta su espíritu, sabiendo que no todo el hombre muere cuan– do muere el cuerpo, que la vida del alma persiste y, que de sí misma hará siempre relación personal a la mate– ria orgánica que una vez informó; no duda de la posibi– lidad de recobrarla, cree en la resurrección de la carne y en la vida perdurable del hombre integral, con su al– ma y con su cuerpo. Ahí está el doble prodigio del Evangelio de hoy afirmando esta verdad; dos milagros mejor probados y con más abonados testigos no será posible pf'dir. Jesús ha demostrado que con solo el con– tacto de la extremidad de su vestido puede detener la desintegración de la materia, reconstruir la normalidad funcional de los órganos corporales, y devolver la salud a los enfermos. Ha demostrado, otrosí, muy intenciona– damente, que la muerte puede ser vencida, venciéndola y uniendo de nuevo el alma inmortal con la materia en descomposición; la vida es el fenómeno sorprendente exclusivo del poder de Dios. La vida solo sale de la vida. Por eso pudo de.:ir después, aunque con escándalo de los increyentes, que El era la Vida, y que comiendo de

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