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Vigésimo tercer Domingo después de Pentecostés jesucristo <es la resurrección y la vida; · quien cree en El, aunque haya muerto, vivirá y todo el que vive y cree en El no morirá para siempre>. Evangelio según San Mateo (Cap. IX). En aquel tiempo estando Jesús hablando a las turbas, llegó un hombre principal o jefe de sinago– ga, y adorándole, le dijo: Señor, una hija mía se acaba de morir; pero ven, impón tu mano sobre ella, y vivirá. Levantándose jesús, le iba siguien– do con sus discípulos, cuando he aquí que una mu– jer que hacía ya doce años que padecía un flujo de sangre, vino por detrás y tocó el ruedo de su ves– tido. Porque decía ella entre sí; con que pueda so– lamente tocar su vestido, me veré curada. Mas volviéndose Jesús y mirándola, dijo: Hija, ten con– fianza,· tu fe te ha curado. En efecto, desde aquel punto quedó curada la mujer. Venido Jesús a la casa de aquel hombre principal, y viendo a los ta-

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