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-10- tos traducidos a todas las lenguas, aun las más rudimen– tarias. Porque los hijos de Dios no habían de nacer de la sangre ni de la carne, ni del legalismo judío o de los razonamientos humanos, sino del Espíritu de Dios que produciría la unidad religiosa y moral más admirable. Podrán los hombres de hoy cambiar las ideas, com– binar vocablos y buscar la armonía social o religiosa y , fa paz de tas naciones sin contar con Dios; pero el Evan– gelio continuará marcando la inflexible linea de la Ley del amor promulgada por Jesucristo para todos los pue– blos y para todos los tiempos: tos hombres no podrán -entenderse entre si, sino entendiéndose antes con Dios; -es la história del mundo espiritual la que registra el pa- so de la Iglesia católica depositaria del Espíritu de amor y de paz. Quédense, por tanto, judíos y protestantes aforrados a la letra de la Biblia interpretada según glo– sa de la humana razón; los católicos tenemos la voz vi– va de la tradición y el mismo Espíritu que dictó ese sa– grado libro sin el cual sería ininteligible. Quédense los modernistas con su fenomenismo religioso sentimental renovando y cambiando la doctrina de la Fe mediante experiencias religiosas de quienes la viven; contra ese pseudo-misticismo, tenemos los católicos una Autoridad religiosa asistida por el Espíritu Santo que lleva a su plenitud el Evangelio, sin mutilarlo ni corromperlo. Quédense por fin los liberales y liberalizantes dogmáti– cos empefíados en nivelar teóricamente todas las mani– festaciones religiosas, así sean las más monstruosas, so pretexto de que todas son aceptables y mudables para la conciencia de los hombres; la Iglesia católica hablará siempre un solo lenguaje en todos los pueblos, el de la

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