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Hi fleclu¡s de los indios bravos, que por mar y tierra tenían como acorraladas las cuatro únicas poblaciones de espa– ñoles entonces existentes : Cumaná ( 300 vecinos) ; .Cumanacoa (30 vccinosi; Cariaco (16 vecinos), y Nueva Barcelo– na ( 45 vecinos) . Tan oprimidos se veían los españoles, que estaban " a punto de desamparar los pueblos". (P. Tauste) . Pero por aquellos mismos años llega– ban a las costas orientales de esta Tie– rra Firme, que aún no se llama ba Vr– nezuela, unos hombres ba rbudos. pobre~, descalzos, ,·estidos con parda estameña y ceñidos con blanco cordón, que Dios había señalado y ma rcado con su dedo pa ra que realiza ran grandes cosas en estas tierras hirsutas y paganas. El año 1650 habTan enderezado sus pasos al valle ele Unare, y allí habían ciado comienzo a los pueblitos ele la Con– cep::ión de Píritu, San Salvador de Gua• nape y San Miguel de Gür rc. Pero ah'J– ra se encaminaron a la frontera de indios y españoles, por el valle del río Cumaná arriba, y construyeron su campamento o avanzadilla en la falda misma de la serranía del Guácharo. Pocos meses después salió del lugar (probablemente Acarigua ) y ele las ca– bañas, en que vivían, el Padre Fr:iy Pe– dro de Berja. Con un valor inaudito, sin hace r caso a quienes le avisaban de que caería bajo las flechas de los Chaimas, a travesó toda la serranía del Guácharo hasta dar vista a la vertiente y Yalles del Sur, de donde viene nuestro caudaloso río. Y en justo retorno, en la luna si– guiente, vinieron los indios Chaimas a las chozas de los Misioneros, a pedirles que tomaran posesión del más bello lu– gar que ellos conocían. Allá se fueron y allá se establecieron y colocaron el lu– gar bajo la protección de la Virgen, lla– mándolo " Santa Ma ría de los Angeles del Guácha ro". Y a están los Misioneros en los montes, como las águilas. Tenían las alas más VENEZUELA MISIONERA grandes que el nido; y traían fuego en sus sandalias. Por eso, apenas estable– cidos allí, quisie ron olear nuevos hori– zontes; y, partiendo el P. Pedro ele Ber– ja al Oriente en un mes de viaje, llegó a los manglares donde h:1bitaban y ha– bitan los indios Cuaraúnos; y el P. Agustín de Frías y d Hno. Fray l\Iiguel de Torres en otro mes de viaje, rumbo Sur. llegaron hasta las sabanas ele los ríos Amana y Gua rapiche y alcanzaron a los Caribrs, que lo~ respeta ron y has– ta los colmaron de agasajos. Todo esto sucedía dr los años 1659 y 60. Y en los años sucesivos en los dos rumbos. trazados por aquellos primeros Misione ros. nos refiere la historin que fucron surgiendo pur hlos escalonados hasta alcanzar la punta de la península ele Paria (saltando inclusive a la isla de Trinidad ) y hasta toparse con las már– gc,ws del gigantesco Orinoco. Y podríamos decir, en resumen, lo que uno de nuestros antiguos cronistas asentaba como conclusión de sus narra– ciones : Ubicumque ingressi snnt, sine arcz¿ et sagitta, et absque scuto et gladio. Deus eorum pngna·vit pro eis et vicit : A do11de quiera 1¡uc penetraron. sin a rco ni Ilecha, sin escudo ni espada, el Señor peleó por ellos y vencieron. O de otro modo : Bimaventuraclos los pacíii– cos, porque ellos poseerán la tiPrra. Y r f consejo dPI Excmo. Sr. Obispo Don Fray Fernando Lobo fiPI Castrillo cuando elijo que estas tierras debían conquista rse nu con armas, sino co11 operarios evangéli– co~. resul tó palabra verdadera . 3.- Ubi adoravem nt nostri. - A4u1 adoraron al Dios del ciclo nuestros Pa– dres en la Fe, en la rnngrc y en la Yida civilizada. Este, este fue uno de los si– tios señalados ya en el año 1758 para fundnr una reducción mús de indios, que al calor de un Padre Misionero se convertirían en ciudadanos útiles a l..t Patria y en cristianos adoradores del Ycrdadero Dios. Y, además, por mu– tirn ele su posición geográfica, en ce11-

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