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antes de ofender al Esposo divino, como las Santas Inés, Cecilia, Agueda, Lucía... En nuestros tiempos se han multiplicado los ejemplos, aun en tiernas donce– llas, como Santa María Goretti y otras innumerables martirizadas en las modernas revoluciones. Pléyades inmensas de jóvenes de ambos sexos han abandonado el mundo y se han consagrado a Dios en los estados religiosos o en el sacerdocio, para seguir a Cristo Jesús, Cordero Inmaculado y Esposo divino de las almas. No sólo en estos estados, sino también en el matri– monio, en la viudez y en el celibato voluntario se han dado ejemplos admirables "de hombres y mujeres que en sus respectivos estados han sido castos y limpios de corazón. En el combate espiritual contra las humanas con– cupiscencias se encuentran innumerables héroes que ostentan en sus manos los blancos lirios de la castidad, símbolos de sus victorias contra la carne. Los Anales de la Fe publicaron la siguiente narra– ción: "Una jovencita de quince años, por nombre Tho, pertenecía a la comunidad cristiana de Dai-Psinh, en la Conchinchina Oriental. En la persecución general contra los fieles cristianos se la respetaba por su rara belleza juntamente con una hermanita de cuatro años. Un joven pagano se enamoró de ella; quiso conducirla con él y le hizo muchas promesas. Ella respondió: "No iré con ningún pagano." Pero si no consientes, te ma– tarán con tu hermanita. Para 'atemorizarlas, ordenó abrir la tumba. Te sepultaremos viva con tu- hermanita, si no consientes. La joven oró, y sonrientes se dejaron cubrir de tierra. ¡ Cómo resurgirán hermosos esos dos - 93 -
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