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estéril, dichosa es la incontaminada, que no cono– ció el lecho pecaminoso; tendrá parte en el premio de las almas santas. Dichoso también el eunuco, que no ha obrado la maldad con sus manos ni ha concebido malos pensamientos contra el Señor, porque le será otorgado un especial galardón por su fidelidad, y un muy deseable puesto en el tem– plo del Señor. Porque glorioso es el fruto de los trabajos honrosos, y la raíz de la sabiduría es im– perecedera. Pero los hijos de las adúlteras no lo– grarán madurez, la descendencia del lecho crimi– nal desaparecerá; y aun si alcanzan larga vida, se– rán tenidos en nada, y su ancianidad será, al fin, deshonrosa. Y si muriesen prematuramente, no ten– drán esperanza ni consuelo en el día del juicio. El fin del injusto linaje es nefasto. Mejor es la es– terilidad con virtud, pues su memoria es inmortal, porque es conocida de Dios y de los hombres" (17). EJEMPLos.-En la Historia hay muchos ejemplos de almas castas en todos los estados. En el imperio ro– mano eran célebres las Vírgenes Vestales, que observa– ban la castidad y eran veneradas y respetadas por los paganos. En el Antiguo Testamento tenemos el admira– ble ejemplo de la casta Susana. En los primeros siglos del Cristianismo florecieron muchas vírgenes y márti– res que sacrificaron sus vidas entre terribles tormentos (17) Sap., III, 11-18; IV, l. -92-

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