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honor de la Madre castísima decía: "Virgo Ver– bum concepit, Virgo permansit, Virgo genuit, Re– gem omnium regnum." La Virgen concibió al Verbo permaneciendo virgen, engendró virgen al Rey de los Reyes. III. LA PERLA PRECIOSA Jesús nos mostró el reino de los cielos con pará– bolas. San Mateo nos recuerda la del sembrador, la de la cizaña, la del grano de mostaza, la del fermento, la de la red, la del tesoro y la de la perla. "Es semejante-dice-el reino de los cielos a un mercader que busca preciosas perlas, y ha– llando una de gran precio, va, vende todo cuanto tiene y la compra" (15). Estas palabras aplica la Iglesia a las Vírgenes (16). La castidad es la bella virtud del cristiano, es la perla preciosa con la cual compramos el reino de los cielos y veremos a Dios. Es necesaria en todos los estados de la vida. Debe resplandecer en las personas jóvenes de ambos se– xos que viven en el gran mundo. Con la mortifi– cación se frenan las inclinaciones naturales de la concup1scenc1a, y con la oración se obtienen las (15) Matt., XIII, 45-46. (16) Ant. ar Benedict.
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