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Dador de todo bien. Sobre todo, desprender el alma de los placeres de los sentidos. Los placeres sensuales embrutecen, manchan y ciega.I).. Hacen semejantes a los animales inmundos. De la casti– dad hablaremos más adelante. Jamás el alma será pura si no es casta según su estado. 4. Pureza en el amor. No amar por interés, por egoísmo, por motivos imperfectos. Amar a Dios por su bondad, por ser El quien es. Amar al pr6- jimo por amor de Dios, por la virtud sobrenatu– ral de la caridad. No mezclar el amor de Dios con otros amores mundanos, sensibles y naturales. Que el amor de Dios sea cada vez más puro, más no– ble: más elevado, más desinteresado, hasta llegar a amarlo con puro amor de amistad y de bene– volencia. 5. Pureza de intenci6n en todas nuestras obras ordinarias, de tal modo que no se mezclen en ellas otras intenciones poco rectas o menos perfectas. Si tu ojo fuere simple, puro, todo tu cuerpo, todas tus obras serán puras y rectas... La obra reviste la bondad o malicia del objeto, del fin y de las cir– cunstancias. Todos debemos amar y practicar la pureza; pero .de manera especial los operarios apost6licos, que están dedicados a extender la Igle– sia y propagar la fe cat6lica. ¿ C6mo se podrá creer - 'z'} -:e-
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