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El año 1954, en Thai-hinh (Vienam), los comunistas incitaban a un sacerdote católico a casarse con una joven bonza. Le ofrecían la libertad y buen porvenir, abriéndole un comercio ,en Hanoi. El sacerdote rogó a un compañero suyo que cuarido saliera del trabajo forzoso le repitiera estas palabras: Acuérdate de tu alma y no la manches. Se entera su madre, va a visitar a su hijo sacerdote, le informa sobre las pretensiones de los comunistas, y ante los carceleros y presos excla– ma en alta voz: "Hijo mío, antes morir mil veces que manchar tu alma y arrojar de ella el Espíritu Santo." Semejantes expresiones repetía Blanca de Castilla a su hijo, San Luis, rey de Francia. Súplicas.--¡Oh Madre de la divina gracia! Admiro tu unión inefable con la Santísima Trinidad: Hija del Padre, Madre del Hijo, Esposa del Espíritu Santo. Me regocijo, considerando en Ti tanta gracia, tantos privi– legios y tantos dones, tantas virtudes y tanta santidad. Mi alma se une a Ti para alabar la bondad de Dios y cantarle el Magníficat. Tú, Madre llena de gracia y de bondad, escucha mi oración. Concédeme en abundancia las gracias, y las virtudes y los dones del Espíritu Santo. Quiero yo tam– bién vivir, en cuanto me es posible, unido a la Santí– sima Trinidad. Deseo tener la perfecta unión de gra– cia, la unión de perfección con el Señor y la unión euéarística con Jesús, para transformarme totalmente en El y poder repetir con San Pablo: "No soy yo quien vivo, sino que Cristo es quien vive y obra en mí." j Oh María, mi dulce Madre y poderosa Reina! To– ma y recibe mi pobre corazón con toda su libertad y querer, con todo su amor y sus afectos y con todas las - (í,9.,...
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