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mano, se desahogaba dando rienda suelta a sus afectos filiales, llamando a María, su Madre, su Amiga, su Amada... No se frustó su confianza en la Madre de la divina gracia, porque pudo salir de un mundo lleno de peligros y entrar en la Orden de Frailes Menores, como hacía mucho tiempo que lo deseaba ardiente– mente. Habiendo recibido de los Superiores la misión de predicar en varias ciudades de Italia y de llamar a los hombres a la práctica de la vida cristiana, por la inter– cesión de María fué milagrosamente librado de un de– fecto de voz, ocasionado por una enfermedad, quedan– do expedito y sano para poder predicar. En muchas ciudades donde debía predicar reinaban los vicios y la corrupción de costumbres, los odios y las luchas frati– cidas, los escándalos y la usura. Mas la Virgen Santí– sima, bajo cuya protección había colocado todo los éxitos de sus apostólicas fatigas, le ayudó de un modo visible en la conversión de los pecadores y en la san– tifrcación de las almas. A sus predicaciones cesaban los escándalos, se componían las lites, se perdonaban las injurias, volvían al recto camino los extraviados. Sus viajes apostólicos eran otros tantos triunfos de la gra– cia sobre el pecado... Consumado por las fatigas y por las penitencias, el día 20 de mayo de 1444 murió pláci– damente y voló a recibir la recompensa eterna mere– cida por su fecunda vida apostólica practicada bajo la protección de la Madre de la divina gracia. Sólo el pecado mortal priva al alma de la gracia santificante y arroja de ella al Espíritu Santo. De ahí el temor santo de manchar el alma purificada por el bautismo o la contricción perfecta. - 68 -

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