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tura. El que creyere y fuere báutizado, se salvará; mas el que no creyere, se condenará" (11). De aquí la necesidad de las misiones, para que los infieles tengan la fe sobrenatural y, mediante ella, pul>dan también recibir la gracia santificante. Pidamos a la Madre de la divina gracia y Me– dianera universal que' interceda ante su divino Hijo para que todos los hombres gocen de los te– soros inefables de la divina gracia, con la cual pue– dan santificarse y salvarse. EJEMPLOS.-Cuánto ame la Virgen Santísima ha– cer participantes de su gracia a sus devotos, aparece manifiesto en la vida de San Bernardino de Sena, fran– ciscano.· Desde sus primeros años empezó este insigne Apóstol a ser devoto del Santísimo Nombre de Jesús y a honrar de modo. especial a la gloriosa Reina del cielo, ayunando los sábados en su honor y obsequián– dola con señales de afecto· y de veneración. Esta Ma– dre llena de bondad, que no se deja vencer en gene– rosidad, se complació en adornar el alma de su fiel sier– vo con toda especie de gracias, preparándole para la misión a la cual Dios le predestinaba. Creciendo en edad crecía también la devoción hacia esta amantísima Madre. Cuéntase que todos los días solía ir a una de las puertas de la ciudad de Sena, lla– mada Puerta Camollía, y allí postrado delante de un hermoso fresco de la Virgen, sin ningúÍi: respeto hu- (11) Marc., XVI, 15-16.

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