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todos los hombres. Viene para darnos la vida so– brenatural y enseñarnos el camino de la eterna fe– licidad. EJEMPLO.-San Félix de Cantalicio, religioso lego capuchino, en la noche de Navidad se ponía delante del Pesebre preparado por el sacristán, y no es fácil de manifestar cuánto se deshacía en afectos y en lá– grimas. Su corazón se desahogaba en ternuras y cánti– cos de amor y de alegría. Una noche, mientras con ardientes deseos esperaba el Nacimiento de Jesús, recibió una visita de la Virgep. Estaba orando próximo a la puerta de la iglesia, cuando en un momento se levanta en pie, y sintiéndose trans– portado por una ardiente llama de' amor divino, corre hacia el altar mayor gritando: ¡Oh Jesús mío! ¡Oh di,,lce amor mío! Junto al altar se encuentra delante de Jesús en forma de gracioso Niño que irradia rayos suavísimos de Paraíso. Félix se arroja por tierra y le adora, lo toma entre sus brazos, lo estrecha contra su corazón, le baña de tiernas lágrimas y le imprime dul– ces besos. Le parecía que su alma iba a expirar de un momento a otro in osculo Domini. Gozó por largo tiem, po de esta celestial visión hasta que desapareció el Niño Jesús, dejando su alma toda inundada de alegría. Súplieas.--Virgen María, Madre de Jesús, haznos santos (9). Con~igo queremos adorar al Niño Jesús. Queremos también acariciarle, amarle, servirle, ofre– cerle nuestros dones con los humildes pastores y los ricos Magos. Deseamos imitar las virtudes que nos en, (9) lndulg., Pocnit. Ap., 21 junio 1918,
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