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de Santa María de las Victorias. Se estableci6 una fiesta anual en memoria de ese beneficio por el mismo Pontífice Pío V. Gregorio XIII la fij6 en el primer domingo de octubre y Clemente VIII la confirm6. El príncipe Eugenio de Saboya iba al frente de su ejército en Hungría; los soldados se maravilla– ban de que en la guerra tenía siempre el rosario en la mano. Como llevaba un capote marr6n, los soldados le llamaban el capuchino. "Este pequeño capuchino no arrancará a los turcos muchas bar– bas." Pero luego cambiaron de parecer, cuando vie.,. ron que con su pequeña arma derrotaba a los ene~ niigos y libraba a Europa de la invasi6n de los turcos. Est:l invoc;:ición foé insertada en las Letanías por Le6n XIII. después de los grandes prodigios que acompañaron y siguieron a la fundaci6n del San– tuario del Rosario de Pompei. Desde entonces, en los trances difíciles el anciano Pontífice, con repe~ tidas encíclicas, exhortaba al rezo cotidiano .del santo Rosario. En las apariciones de la Virgen Inmaculada de Lourdes a Santa Bernadeta y en las manifes– taciones a los tres videntes de Fátima, la misma Virgen ha recomendado· el rezo del Rosario. -525-

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