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yera bajo las ruedas del tren? ¿Si un ladrón me ma• tara para robarme?" Con estos, pensamientos el joven se· detenía en el· templo. La idea de la confesión le ate– rraba, se avergonzaba..., pero es la única solución. ¿Qué hacer? Vamos a ver que me dice este cura. Se acerca, cae de rodillas, ''el Padre confesor le acoge con cariño, le escucha, le ayuda y puede realizar su con– fesión. Aüquiere la calma; se siente mucho más alivia– do, como si hubiera arrqjado un peso enorme de sí. Pregunta al confesor,: "¿Cómo se llama esta iglesia?" Santa María de, las Victorias. La Virgen ha obtenido ·una insigne victoria sobr~ mí. Me ha vencido. "Padre, gracias ·a la Virgen, y a vos que rrie habéis, acogido con cariño y me hab~is ayudado y absuelto ae mis peca– dos." Con paz y gratitud se retiró de la iglesia. San Antonio era muy devoto del misterio de la Asun– ción de María. Una vez, celebrando esta fiesta, se le apareció la Virgen Santísima toda radiante de hermo– sura y de gloria. Súplicas.-¡Madre mía, Reina mía!, por la gloria de que disfrutal!I en el cielo no permjtas que me pierda eternamente; llévame al cieló contigo. Concédeme la salvación, un ,,trono de gloria en la bienaventuranza para que pueda también gozar de fa presencia de Dios y tuya, que forme parte de tu corte y pueda agrade– certe tus bondades y tus misericordias. Regina in coe– lum assumpta:, Ora pro nobis. Propósitos.-Santa María, líbranos de las penas del infierno y llévanos al paraíso. Madre mía, haz que yo viva en Dios, con Dios y por Dios. Fomentaré siempre la devoción a la Virgen María, porque será una señal de predestinación para mi alma.

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