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derechos perdidos. Por los méritos de Cristo se ve– rifica toda redención. No hay salvación sino por la gracia de Cristo. Dios puede redimir de dos ma– neras: previniendo y salvando, impidiendo la caída y levantando al caído. Dios, por los méritos pre– vistos de Jesucristo, redimió a la Virgen, Madre del Verbo Encarnado, previniendo y no dejando que cayera en la culpa original. De este modo vino a este mundo toda pura, toda inmaculada. Este privilegio único, concedido a la que había de ser la Madre de Dios fué ya anunciado en el paraíso cuando después de la prevaricación dijo Dios a la serpiente tentadora: "Pongo perpetua enemistad entre tí y la mujer; y entre tu linaje y el suyo. Este te aplastará la cabeza y tú le morderás a él el calcañal" (216). Antes de la definición dogmática existían dos co– rrientes u opiniones teológicas entre los Padres y Doctores de la Iglesia. Unos defendían la univer– salidad del pecado original sin excepción e incluían también a la Virgen; otros la excluían en virtud de los méritos de Cristo. En la defensa de la sentencia llamada piadosa e inmaculatista se distinguieron principalmente los teólogos franciscanos desde Es– coto en adelante. La mayor parte de los hijos del (216) Gen., III, 15. - 508 -

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