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ci6n del Verbo. Digna habitaci6n del Hijo de Dios, el Huerto cerrado y la Fuente sellada. Gloria sin– gularísima de la única Madre y Virgen. III. SIGUIENDO sus HUELLAS Siguiendo las huellas y los ejemplos de María, ¡cuántas mujeres se han consagrado al Divino Es– poso con el voto de virginidad desde los albores del cristianismo hasta nuestros días! Una pléyade inmensa de vírgenes de todas las edades y de todas partes y en todos los tiempos han preferido vivi.r · 'luchando para conservar los blancos lirios de la virginidad y pureza. En la Iglesia· católica se han ·multiplicado las Ordenes e Institutos religiosos que están obligados a observar el celibato. j Oh, cuántó agrada a Dios la santa virginidad!, por la cual el hombre, absteniéndose de los pla– ceres carnales, puede con mayor. facilidad elevarse a las alturas de la contemplaci6n; porque los lim– pios de corazón verán a Dios. No se ha de considerar tanto la integridad ma– terial cuanto la formal. El deseo puro y la voluntad firme de no ofender a Dios en lo más mínimo en materia de pureza, y de no permitir voluntaria– mente los placeres sensuales del cuerpo. El estado -47-
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