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Cristo y reparaba las infamias de los emperadores. Pasada la era de los Mártires la Iglesia pensó dar también a los Santos el honor que se les debe. Fué Gregario IV, quien hizo universal su Conmemora– ción el año 835, después que Luis el Bueno, con el consentimiento del Papa, había declarado la fiesta ley del Imperio. Hoy es una ocasión para rendir culto a tantos Confesores conocidos y desconocidos que no tienen puesto en el Calendario de la Iglesia universal, regional o diocesana. El culto que se tributa a las imágenes, cuadros o simulacros de los Santos no es idolátrico, puesto que el culto verdadero se da a las personas. Las fi– guras materiales pintadas o esculpidas son simples representaciones que nos recuerdan a las personas que se representan. Se da culto a las reliquias de los siervos de Dios en cuanto pertenecieron a sus cuerpos o fueron tocadas a ellos. El culto que se da a los Santos o sus reliquias está justificado en cuanto en vida participaron de la santidad y virtudes de Jesucristo, Dios y Hombre verdadero. La gracia y las virtudes, la vida sobre– natural y los dones del Espíritu Santo son partici-– paciones analógicas de la divina naturaleza por las cuales Dios se une a las almas justas, a los hombres justos y éstos se incorporan al Cuerpo Místico de Cristo. - 496 -

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